DISTRACCIÓN MASIVA
In the German tongue
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Reloj piromaníaco del destino
Pedimos al videoclub
Cenicienta.Nos traen
Flori...
¿qué hice?*
una locura
descubrí mi cuerpo
ante vos
Vos que sólo sos potencia y sagacidad
Mi cuerpo que hoy miré en traje de baño, y era suave,
joven, casi infantil
Mi cuerpo que tenía que seguir oculto
caminando de noche por la Avenida Libertador
¿Cómo se desató todo?
Tus amigos fumaban y hablaban de libros en la biblioteca
Hablaban de libros como si hablasen de autos
Yo me sentía arrinconada,
sola
abandonada a mis propios medios
sólo había hombres en la reunión...
Me metí en tu habitación y apagué las luces
esperé a que vinieras
pensando "es importante estar en tu cama"
me desnudé
Soy una tonta, porque las mujeres existen sólo en su
condición de misterio
(...)
*"Avenida Libertador",
Cecilia Inés Pavón
Autoconocimiento
Hace un rato entendí por qué todas las veces pienso en esto.
Después caminé un par de cuadras con el descubrimiento.
Jet Set, Trash and No Star
En la propaganda radial de All Stars un pibe que suponemos pequeñoburgués, hijo de la dueña de casa, le pregunta a la mucama paraguaya a dónde están sus zapatillas de esa marca. La empleada, querendona, dice haberlas rescatado de las garras podadoras de la patrona que quería, como a todo lo gastado, descartarlas. El patroncito, agradecido, la favorece sexualmente, pese a --o por-- los "nah, nah" de la empleada (que no tiene voz de ninfa) y, tras el clímax, se oye por boca de ésta última una profusión suspirada del léxico guaraní que suena más al nombre de un pájaro que a una exhalacíón amorosa. Esto, claro, es una glosa. Pero digamos que por ahí va la cosa.
Cuando era chica, y naufragaba las aguas de la
inadecuación social, durante un tiempo tuve un grupo de amigos que tenían sexo con las empleadas domésticas de sus casas. Los chicos tenían unos trece, catorce años, --las empleadas no sé--, y su denominador más común (porque algunos eran lindos y otros muy feos, algunos tenían un hermano mayor que escuchaba los Beatles y otros pensaban que la música era eso que salía por los costados del televisor) era vivir en Belgrano y veranear en Punta del Este. Estos chicos contaban con cierta anuencia silenciosa de sus blondas madres para cojerse a las mucamas y, los que no debutaban en Naná de Maldonado, lo hacían con la chica.
El martes, antes de que
Rex y
Obelix entregaran lo suyo --sin dudas lo mejor de la velada--, leyó Alicia Steimberg. Pero antes de leer, mintió. Dijo que no iba a hablar ni a contestar preguntas y estuvo un buen rato haciendo exactamente eso. Dijo, entre otras cosas, que si a ella se le ocurría escribir un tratado de física nuclear, la gente no sólo iba a pensar que el trabajo estaba mal sino que ella estaba completamente loca. Eso lo habrá dicho en relación al fenómeno por el cual médicos y demás ganan concursos literarios. Y da para hablar de eso también. Pero a lo que quiero llegar es que, después de decir muchas cosas más --las cuales al
Cocinero le parecían todas horribles; a mí no todas--, Steimberg contó los argumentos de dos cuentos posibles ("Juanita o La conversación de los Santos" y otro cuyo título no recuerdo), los sometió a votación y leyó el ganador: Juanita.
Juanita era el nombre de una empleada doméstica. El cuento no tenía nada que ver con la atmósfera de sala de costura de los de Silvina Ocampo, sino que en términos muy generales versaba con bastante poca originalidad sobre la relación de una patrona con su mucama. Entre la picardía que le descubrí a
Lolita, las anécdotas de Se.ba con su ex y los permanentes comentarios del
lampiño a mi lado, escuché poco más que los reclamos por un peine que no hallaba, pero el final era algo así: ella (la narradora) entraba en el cuarto de la mucama y del ropero salía un hombre que, encima, era su marido.
Hay alguna figura que esta constelación dibuja y que todavía no distingo con claridad. Mientras, anoto algunas cosas. Cuando la supuesta paraguaya de la propaganda radial dice la palabra aparentemente guaraní, me da vergüenza ajena. Me da vergüenza que lo escuche la señora paraguaya que trabaja en mi casa. Cuando a los trece mis amigos se jactaban de haberse garchado a la mucama, las chicas me daban pena --lo cual es tanto un prejuicio negativo hacia las propias muchachas como un argumento ad hominem (también me daba pena Tom cuando Jerry le ponía una bomba y quedaba negro y pelado).
Igual, como con lo de las
putas, surgen dudas. De la propaganda, se disparan dos paradigmas. Uno, con las cosas que a la mamá le gustan y otro con las cosas que a la mamá no le gustan. Entonces: zapatillas nuevas, chica bien (x); zapatillas gastadas, chica paraguaya (y). El problema es que ya es problemático determinar los sintagmas: lo opuesto a la novia deseable para el hijo pequeñoburgués, ¿es una chica paraguaya, o basta el sólo hecho de que sea una señora (recordemos que no parece joven --léase: gastada), extranjera, o mucama, empleada, de clase baja....? Uf.
La propaganda termina con una frase del locutor: "Empiezan a gustarte cuado a tu mamá dejan de gustarle" (si no es así, casi casi). A las mamás de mis amigos, a las que parecía no molestarles tanto que sus hijos se revolcaran en las dependencias, ¿les resultarían igual de indiferentes las zapatillas gastadas?
En el cuento de Steimberg, la narradora, tras la escena detonante, del marido no se separa pero a la mucama, inmediatamente, la echa. Después del aplauso, un pibe leyó un cuento que hablaba del desierto. Un amigo, al lado mío, me preguntó: ¿Conocés el desierto? Pensé en mi
hermanita en el Neguev, pensé en Aira ("El viento", creo), y le dije: No, pero a mí el desierto, la verdad, me queda un poco lejos.
Hometown Puán
"La literatura", dice Alabarces, "lugar siempre privilegiado en este proceso de asignación de significaciones a los fenómenos culturales y no culturales, no esquiva su destino: una larga serie de narraciones (novelas o cuentos) [yo le agregaría ´y poemas´] se dedica a explicarse qué pasó, quién fue, dónde estamos, y ahora
qué".
Full disclosure
Esta noche, después de hablar de sexo con Vezzetti, me voy para
acá. Voy a tener un sombrero rojo con pompón blanco en la punta.
Contranatura
¡Qué bien suena eso! ¡En cuántas cosas me hace pensar! ¡Y en cuántas cosas te hará pensar a vos! ¡Más si lo dijiste! ¡Porque lo dijiste!
¡Ay, en cuantas cosas me hace pensar a mí que te hará pensar a vos! ¡Esas son cosas que importan! ¡Pero no las digamos! ¡Que sea una música muda la que nos envuelva!
¡Qué de signos en flotación en nuestra atmósfera ionizada!
¿No se te eriza la piel? ¡Seguro que sí!
[...]
[Ezequiel Animal Alemián]
Blog de nena
Durante un tiempo, el único blog que leí era el de una
nena.
Engels a Schmidt
A la larga, el vencido sale, a veces, ganando --económica, política y moralmente-- más que el vencedor.
[Por suerte, Lola juró ver un ovni, y terminé panza arriba en el pasto. Y mientras ella, de tanto mirar el cielo, se agarraba un dolor de cabeza, y las niñas amasaban con plastilina las últimas energías, a mí la insolación me fue bajando.
Después, Benita y yo nos tomamos un helado y nos fuimos a escuchar a las florencias. Afuera, un chico con la mochila llena de diarios me prestó el Perfil, pero se me pasó volando. Y justo cuando empezaba a leer la columna de Quintín, empezó la música y entramos. Fabián me contó que había ido a pasear con Baltasar y que el chico de los diarios se llama Alejandro.
A Benita le perdí el rastro. Cuando la encontré, estaba sentada en la barra con papas fritas y agua.]
Girls only
Las chicas nos quedamos solas por cinco días y pensamos salir a divertirnos! Plaza, helados, comprar un par de anteojos de sol (la otra ya tiene) y, al atardecer, café aromático con la
Lolita de Mar y la
Monstruita del Lago Ness.
¿Sugerencias para después?
Generación C
¿El cuento
lo amenazó? Más probable es que hayan sido los ensayos sobre el nazismo. ¿O habrá sido el propio escritor?
Interesante eso de, a partir del link de un
blog a otro
blog, pensar acerca de una generación literaria -o dos.
Ojo que en Panamá es epidemia.
Todos los fuegos el fuego
Ayer, un recital de rock sin fuegos artificiales, sin constelación de celulares, sin encendedores de pequeños incendios. Un pasto lleno de “punks amables”, marleycitos salticando en el lugar, anteojos. Alta densidad de chicas lindas por metro cuadrado en musculosa, algunas montadas a sus novios que estrenan la fuerza. Un estadio lleno de pibes que a la salida preguntan el camino para volver a casa, a Palermo. Posibles eventuales votantes de Ibarra, hasta hace un año.
Hoy, algunos brindan con los
muertos, otros
agitan el cóctel de las teorías conspirativas y lo derraman para hacer cosquillas. Algunos le dan para que tenga y otros,
desolados como yo, lo vemos quemarse en la hoguera de su vanidad, hipnotizados por las chispitas, la luz azul y las brasas que se mueven solas, mientras la mente repasa la historia, desde que Vainamoinen creó el fuego, hasta el hombre de Neanderthal que lo descubrió y el de Cromañón que creyó dominarlo.
Soy tu fan
Esteban Schmidt: Ten piedad, líbranos del aburrimiento.
Dale, Esteban, terminá con la Reina y volvé. Te extrañamos.
Qué paja
hacer la crónica del Premio Planeta y la lista de famosos que le prometí al
Cocinero, cuando la celebrity más top que circulaba era Paloma Fabrykant y la mejor vestida era una ignota en mini de jean, medias de red, botas y remerita. Un tipo simil ejecutivo se quebró por ella, lo violentaba: cuando se dio vuelta para irse, la agarró de un brazo, fuerte. Dos chicas de la editorial, enfundadas en géneros estampados made in Palermo Soho, se comprobó no causaron el mismo efecto en el mismo hombre ni en ningún otro. Segundo puesto para Celeste Carballo con remera en la que se leía ADICTA (sí, sí, por Adicta, pero igual).
Lo único que no pude olvidar es que cuando estaba a punto de abordar el ascensor para regresar a mi vida sin tacos, me crucé con un señor que ocupa un sillón importante en la empresa, quien tras saludos efusivos me preguntó: "¿Y qué podemos hacer juntos?" A lo que, peor, mucho peor, me escuché contestar: "Lo que quieras".
Mi país, tu país
Un container de Kleenex acá, por favor. Estuve moqueando a lo loco en medio del patio del colegio, junto a otras veintipico madres que hacían lo mismo y otros tantos padres que tragaban saliva. Nuestros descendientes, disfrazados de gauchitos, amalgamaron unas cuantas y diversas expresiones de la esencia nacional y, para terminar, cantaron algo sobre Buenos Aires, aludiendo a las bocinas que, “aunque molestan, cuando se unen forman orquestas”, y cosas por el estilo.
Parece que es así: a Buenos Aires, para elogiarla hay que darle con un palo y decirle que la querés igual. Que el tráfico, que la mugre, que el smog; las bestias de los colectivos, los baches, el río polucionado, las colas, nada funciona, pero “yo quiero a mi ciudad”. Porque cuando la cosa está calma, el aire limpio, la gente
cool, y la tecnología a la vista y en perfecto equilibrio con la naturaleza, te sentís en otro país.
El grupo de revistas La Nación alquila parte de un predio en el patio trasero de Palermo Hollywood. El lugar es un paraíso. Vegetación frondosa: farolitos chinos, cañas, rosas, caminitos de pedregullo, pérgolas, escondites para almorzar, fumar, conversar.
Cada tanto te topás con unas semi moles de cemento y ladrillo de vidrio donde funcionan, además de las redacciones y administraciones de las revistas, creo que una consultora y la otrora mega exitosa productora de Eddie Flehner, dueño de todo el predio.
Los publicitarios a veces hacen asados o fiestas de cóctel. Los Babasónicos presentan un video o los de Turf graban uno. Estar en los jardines es divertido, podés ver, como mínimo, a la fantasmagórica Cecilia Felgueras --lo cual me recuerda que también circulan mozos de delantales negros con bandejas de sushi--, a modelos posando en tanga entre los yuyos, a ex compañeros del Colegio a los que "les fue bien".
Ayer, charlando justamente con un ex compañero del Cole, sobre arte, o sobre la nueva configuración urbana, o sobre una de esas cuestiones que nos hacen sentir como elevados, con el sol haciéndonos fruncir un poco los ojos, sentados sobre un tronco, trabajando pero también, y sobre todo, "creando", vimos pasar a Flehner, en medias.
Ahí, mientras pendejos en sus veintes sacaban sus Alfas del estacionamiento, vimos pasar a varios. Pero Flehner fue el más notorio. El pelo largo y blanco peinado con los dedos para atrás, una remera blanca y shorts celestes raídos, y las medias –parecía alguien recién rescatado de una catástrofe. Su único signo de civilidad eran los anteojos plateados. Me estaba riendo de él, pero lo saludé igual y él me devolvió el saludo, primero con un “hola” desabrido –lo deben saludar quinientas minitas al día—y, al dar un paso más y acercarse, con un “¡Ah, hola! ¡Cómo estás!”.
Las opciones son varias. a) Tuvo ese momento aristotélico del reconocimiento, y en un efluvio neuronal le vinieron a la mente mis tardes en su casa, o el paseo en la cubierta de su yate recién adquirido, junto a mi padre y su hija, ese paseo que integró Fogwill y que lo habilitó para hablar sobre mis tetas en mails en cadena una década y pico después. b) Realmente es un náufrago que sobrevive sin vela, timón ni quilla, a la marea de la locura. c) Finalmente, es un genio maníaco, excéntrico, al estilo Bill Gates. O d) Who cares? Como sea, porque lo mejor es abandonar el quiz siendo que la respuesta correcta tiende a ser la d), no es sólo Eddie: ahí todo es un poco excéntrico, como de otro país (sintagma que en un buen porcentaje de los casos refiere al grande del Norte).
Mientras sonaba el himno, esta mañana en el patio del colegio, un pibe saltaba al ritmo de la música (como Maradona, intentaba explicar después la madre), y una maestra lo palmeaba desde atrás para que se quedara quieto. Pero para mí era porque le copaba, y yo, para seguirle la onda, me balanceaba. Porque para mí la música está para ser bailada. Más si es música que te mueve, que va con vos, que te pone contento.