DISTRACCIÓN MASIVA
Esto está pasando ahora
Voy caminando por la avenida Santa Fe. Cerca del shopping empiezan a escucharse los bombos y los cantitos que vienen desde... adentro. Y de repente, eso que pensaba ayer
(¿cómo es que piden limosna a los que pasan cargados de bolsas? ¿por qué no, digamos, rompen todo?) parece estar pasando. Me acerco y pienso cuánto puede durar hasta que repriman y se acabe el espectáculo, pero no: son sólo los empleados de comercio, reclamando en camisa por que el 24 y el 30 los negocios cierren temprano. El alboroto se circunscribe a un espacio que ni siquiera impide el paso. Un policía de ojos claros mira de lejos un poco resignado.
Pasan unas chicas de catorce cortadas por la misma tijera con aparatos, mini de jean y todas estrellas. Una: Que me clavo, me clavo la de Pablo. Y después: Boluda, ¡se te pega! Y se suma al canto: No nos dejan festejaaar...!
Sigo camino a casa. A la media cuadra ya no se oye más nada. En la puerta del registro civil, cerca de una paloma apelmazada, un nenito de dos con la remera gastada de otro de seis que va a un colegio privado levanta el arroz de una boda que tuvo lugar ahí.
La Revolución llegará algún día, pero no hoy ni aquel día como hoy hace cinco años
Fui a la Plaza, hoy --hace cinco años no. La policía se preparaba con esas cosas que usan las chicas que juegan al hockey pero negras. Una paloma pasó volando y se dio contra mi mano. Un rato después, los tambores latían por el
personaje del año y en esta época en la que todo tiene reminiscencias
(¿por qué esta birome que compramos en el mayorista sigue funcionando y nosotros no?) llega la del clac-clac metálico desde la avenida.
Esa noche quería largar todo y salir a navegar con el cardumen la ola de calor, pero tuve que levantarme a preparar una mamadera y de pronto: una iluminación. Desde el piso ocho de Le Parc una señora con planchita le daba a la Essen y supe que nunca iba a poder cacerolear. Para los más chicos, los que les contaron el cuentito, era su hora de gloria: creían de verdad que estaba pasando algo y tal vez tenían razón . A mí la energía se me había gastado, en el invierno del 76, en la primavera después . ¿Y ahora qué pasa, eh? ¿Continuidad o ruptura? Desde el centro del corazón salvaje, una voz me susurra: Continuidad, continuidad... A mí también siempre me resultó más intrigante la continuidad que la ruptura.
¿Cómo puede ser que el mundo siga funcionando después de que todo se haya caído a pedazos? ¿Cómo es que no estamos sacándonos los ojos entre nosotros, rompiendo lo que queda, incendiando las ruinas?
Ese día igual me hubiera gustado ir. Pero me quedé escuchando el tuntún desde el living, cuidando el sueño del niño. Eran las cinco cuando empecé a preocuparme. Con la voz cascada llamé a
Martín que una vez más sembró la calma. A las dos horas salimos por la ruta hacia la costa, destruidos. Una foto de ese día: un padre de familia sosteniendo la mirada en el diario y la cabeza con la mano. O fue otro día, después de varios viendo en la tele al de los ojos saltones que nos regaló el bolso de cuero que parecía tan firme y que se fue descosiendo, cayéndose a pedazos, en el breakfast, donde los hermanos se saludan y conversan... ¿Estuve alguna vez ahí? Hoy mi hijo me pregunta: Mamá, ¿estuviste ahí? No sé, hijo, capaz fue todo un sueño.
Cucurto: mito y realidad
Yo hablé con Santiago Vega
el secreto (shhh)
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[De lo que hablamos con Santiago no me acuerdo mucho. Pasaron unos días, pasaron mil años. Tengo la sensación de que me mintió todo el tiempo, o casi todo el tiempo. Pero qué puedo decir yo, si me la paso mintiendo. Parecía preocupado por que yo no pensara de él cosas malas -las cosas malas que piensan las esposas de los maridos que hacen trampa- pero se olvidó que yo no soy una esposa. Se adelantaba a las preguntas que no le pensaba hacer ("ya sé, me vas a preguntar si lo del aborto es verdad"). Me dijo que de su novela casi nada era real y que el capítulo de las princesitas del amor que van al taller San-San y terminan todos enfiestados no había pasado en verdad, que era todo imaginación, hipérbole, o las fantasías de la gente. Creo que le daba pena que leerlo me hubiera hecho mal y por alguna razón bastante fácil de adivinar me hablaba con culpa y con cierto pudor. Lo que no sabía Santiago es que no lo pensaba juzgar, al menos no desde el punto de vista moral. Pero en un momento se empezó a dar cuenta, creo.
Detrás de la arenga cumbiera, su novela me pareció triste (ahora que lo pienso, la novela de Bizzio también me pareció triste -bueno, seré yo o todos escriben novelas tristes), en la historia de amor y como retrato social. A Santiago le gustó la idea, y seguimos por ese camino, el de la vida adulta y la melancolía, mientras él hablaba de Cucurto en tercera, me decía cosas lindas y yo apreciaba el contraste de la remera blanca y su piel.]
A algunas chicas les gustan los casados
Mañana tengo un casamiento. ¿Quién se está aburriendo de su vida?, pregunta Inita. Hoy, hace siete años, también tuve un casamiento.Desde la última vez que hablamos de amor, Gabriela se enamoró de un chico con nombre fornido. Nada más ajustado que me digan que tengo dientes grandes, así que hice uso de la tristeza honda para no reírme de nada, ni siquiera abrir la boca. Sólo me reí sola recordando el café derramado sobre la niña de 3 en el jardín de infantes, la desesperación y el show de no me di cuenta de nada. Me refugié en el brazo lampiño de Pablo y escuché los consejos de Fabián que hablaba como poseído por mi madre mientras miraba de reojo a Osvaldo quien siempre produjo una atracción magnética en mí, con sus rulos y sus pecas, y su pasado de hippie roñoso. Cadena me-gusta-tu-libro: moreno-casas-link. En medio del ataque expandido/aplacado, Daniel me reconcilió con el amor (no estoy lista para explicarlo).
Anoche soñé cantando canciones de Regina Spektor (so won´t you help a brother out?) pero mi estado diurno es ultramamista (¿puedo decir que mi hijo hizo en porcelana fría una boa que se tragó a un elefante y cuando le pregunté me contestó sí, mamá, el clásico chiste?) y si no estoy con ellos me veo forzada a retirarme, con la música y la fobia a otra parte, porque no me interesa ninguna otra cosa. Rta. al sms de 3:38: No puedo irme con vos, porque ya me fui. Y estoy muy lejos.
es mi bizzio
supermercado - lloraría - él llega - ella llega - horrible - quería - beso - papeles - piernas abiertas - lo más triste - gusta - ¿te molesta? - no quería - en el aire
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[Fue justo hace un año cuando entré al solarium del Viejo Hotel Ostende donde, junto a la pileta, iban a servirnos el almuerzo de tarta y ensalada. Tenía puesta una bikini negra, una minifalda de jean y las seis esclavas que, según la tradición familiar, había recibido por cada aniversario. Estaba demasiado flaca y a Sergio Bizzio no lo conocía en realidad. Ni bien me vio, lo primero que dijo fue: vos te estás por separar. Inmediatamente lo detesté.
Él estaba ahí con su mujer y su hijo; sinceramente, no los envidié. A la noche, atrás de unas aceitunas carnosas me dijo: vení. No me gusta recibir órdenes. Esa misma noche me contó que estaba escribiendo una novela sobre un hombre que se vuelve a enamorar de su mujer y dejé de odiarlo.
Un tiempo después, en una fiesta con chicas bien vestidas y bowls con hielo y cerezas, me dijo algo horrible: me gusta mucho lo que escribís, pero creo que más me gustás vos. Me puse muy triste. Hablamos del matrimonio, me dijo que se había vuelto a separar y desparramaba certezas ninguna de las cuales para mí era cierta. Después de esa noche le escribí una carta bastante larga, una especie de historia honesta de mis lecturas y nunca se la mandé.
Cuando nos juntamos en los jardines del Museo Fernández Blanco era de noche y hacía calor. Una chica con nombre de marquesinas me vistió como para el video de "When the Deal Goes Down", y un chico llamado Min -al que era imposible no decirle Ho Chi- me hizo una torzada en el pelo y me perseguía con una brocha empolvada. (Después supe que a Min lo echaron por robar un libro en otra grabación.) El brie se derritió bajo los focos de luz y el vodka no alcanzó para apagar nada. Bizzio ya había escrito la novela de la que me había hablado el diciembre pasado, la novela que tendría que haber ganado el premio Planeta. Yo la había leído unos días antes del encuentro y me había hecho llorar. ¿Cuál, cuál fue el momento en el que se rompió todo? Yo, como él predijo, me había separado. Un tiempo antes, como un presagio, había perdido las esclavas de los aniversarios. Sergio me preguntó cómo estaba.]
No me mires a mí
Miralo a él
el cielo - cristalitos - simetría - niños - saturnalias - idolito - peronismo - misticismo - azar - dios - títeres - dialecto - dado - trabalenguas - amor
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[Con un traje negro de lana fría y una camisa blanca con cuello Mao, Arturo parecía un cura el día que nos casó. Habló del matrimonio en la literatura clásica, de mi voz de nena y del realismo. Fue preciso y hermoso, hace siete años.
El día que nos encontramos en el Jardín Botánico yo estaba especialmente triste y sólo quería hablar de eso (hace años que apenas puedo hablar de otra cosa, creo que el matrimonio es una cuestión aún no descifrada en el área de la teoría, por eso leí páginas, por eso escribí páginas en algo que a veces creo es una novela y a veces algo terrible a lo que no puedo acercarme). Pero él sugirió que no mencionáramos el asunto, y entonces le propuse hablar de los niños, a lo que no podía negarse porque es casi lo mismo que hablar de su escritura, o de él mismo.
Había mucho sol y nos daba en la cara. Yo creía que quedaba bien, o que me hacía bien, pero en el video me di cuenta de que el efecto era de rostros empolvados, como el de una geisha o un payaso.
Nos hicieron quedar muy quietos porque las cámaras tenían trípodes y con el paso de las horas fuimos languideciendo como la conversación porque era mediodía y no habíamos almorzado nada. Hacía más de diez años --bastante más-- que había visitado su estudio en la calle Córdoba ese día cuando también conocí a Mattoni, que me resultó soberbio, típico egresado del Montserrat. En el Botánico, Arturo sacó de la galera citas y citas para que hicieran de respuestas. No me preguntó casi nada, no pareció importarle que me quedara en patas ni que apenas pudiera sostener la mirada. Hizo magia con los cristalitos de sus palabras y fascinó, como siempre, como ese día de diciembre en el jardín de los agapantos florecidos, cuando nos dio los anillos y nos los pusimos, el anillo grabado por adentro que todavía deja su marca.]
"no se sabe quién está espiando a quién"
Show-me, show-me, show-me
FULL DISCLOSURE
El Gobierno se empeña en avergonzar a mis padres y mostrar mis partes privadas.
Ahora:
*Primer bloque.
Available para filopalermeros y gente de zonas abiertas.
[El té estaba helado y las hebras flotaban y se nos metían en la boca; más que Fogwill, me daba pánico salir en la tele con algo verde entre los dientes. Cuando terminamos, me pidió que lo acompañara a hacer las compras. Fuimos al Disco y compró todos productos de primera marca, jamón crudo envasado al vacío y quesos caros. En su auto había olor a porro, pero él me dijo que no se drogaba y que no hay que drogarse nunca delante de los chicos --esto ya saben para quién va: sí, papá, aunque sea demasiado tarde...]