Hablamos de razón y revolución en la calle donde venden las armas
Yo pensaba en Rousseau y los sentimientos y él, caminando desde el fondo del aula, hobbesiano declarado con el que nunca había cruzado palabra, pasó al lado mío y me dijo: Muy bueno
eso que hiciste el otro día con los frankfurtianos. Le dije: Bah, una grasada y, con los cachetes completamente color ciruela, me levanté y me fui.