No es el déjà vu lo que mata, es lo que se ve venir
Cinco llamados anónimos con jadeos, mi nombre en diminutivo y el flap-flap de la piel contra la piel. Siete mails anónimos-agresivos-de-falso-ingenio. Mil preguntas retóricas. Un ramo de flores anónimo tocando el timbre de casa. Cero comments en el flickr con las fotos de Yamandú. Repito: todo bien con los pajeros/as, pero den la cara, loco!
Estoica me banqué el casamiento --porque esa es la clase de penurias que me toca padecer-- y volví en taxi desde Palermo Esma --porque nací en Esmeralda y Arroyo, al ladito del Palacio Estrugamou-- embebida en Tom Collins (todos somos hijos de los Glass -y yo soy sensible a las sustancias: el mate me da taquicardia) y mientras escuchaba de boca del conductor una apología más de la
antipolítica -mirada perdida por la ventana porque me enseñaron que soy princesa, soñando el mundo de los desinformados, ensayando el ritmo de la elección-, me tira, como argumento:
lo que no avanza, retrocede, y así, en medio de la avenida que separa las ideas falsas, útiles en otra época, del hilo fino y de oro que se sigue tejiendo entre nosotros, me manda un Hegel derechito-march -igual que el chico que unas noches atrás me propuso casamiento.