State of nature as a war of all against all
Qué puedo decir. Ayer mismo estuve aquí. Más allá, un chico en camisa descifra con fruición los ensayos de ballet sobre pasto mojado
de un libro cualquiera. Lee, fuma y no levanta la vista sino hasta cuando me voy. Vengo de hablar con una mujer hermosa vestida exactamente igual que yo. Quise hacerle saber lo que sentía y espero que le hayan transmitido el mensaje. Ella me dijo: "Ya te calé" y quisera saber en qué parte de mí habrá hincado sus --grandes, blancos-- dientes.
Hoy empiezo el ayuno. Podría convertir este momento en una fiesta, pero elijo ascetismo y silencio. Sí, El Gran Miedo era esto, creí que lo había olvidado. De la mesa de al lado llegan palabras como "grupo de choque" o "guerrilla". Tal vez debería ceder en el aislamiento, al fin y al cabo qué necesita el zoon politikon sino una red entre nos.
Camino hacia la boca del subte/del lobo. Adentro, la tecnología digital de un celular canta la intro de "Chica" de Beck y un chico de barba roja y remera que dice Skandinav se me pone tan cerca que puedo sentir más que su aura. Y aunque la letra de esa canción sea simple y alegre...
Me pregunto por el origen de este afán documentalista: hoy me toca la dosis de
tinta lacaniana. No voy a contar que las nenas de
Negra me perturban cada vez más, pero puedo hablar, en cambio, de mi buena acción del día: haber entrado, despechugada, a una librería de viejo preguntando por un libro raro indiscutiblemente bueno --el librero también va a tener algo que contar.
Un negro más oscuro que mis pensamientos avanza golpeando contra el pecho la medalla del continente que milagrosamente lo trajo al mundo. En la puerta de la escuela las madres increpan a sus hijos sobrealimentados: quieren saber qué comieron y cuánto --una manera de penetrar en sus cuerpos. Todo este perceptrón se aloja en el área de Wernike y en la de Broca, pero en mi cabeza ruge grabado el listado de las estaciones. Puedo recitar todo el mapa subterráneo esta tarde. Afuera hay sol. Quisiera verlo.