Adorables malas influencias
La cabellera de B... ya no es lo que era.
Todo empezó cuando entré al baño y en el tacho descubrí unos mechones largos, gruesos y rubios, como los de Rapunzel --un programa a toda luces
aprendido. En este caso, el peluquero fue el hermano, de manera que ambos se encontraban implicados. En los segundos de duda previos al estruendo del reto, B me advirtió: "Yo quería, quería parecer varón".
Ahora, recién bañados y con la ropa limpia, una nueva alteración mancilla el cuadro: la niña ha teñido dos de sus uñas (no consecutivas) con un marcador negro indeleble. No hubo festejos, pero tampoco castigos. Sólo una semisonrisa y la afirmación implícita de que cada cual hace lo que quiere con su cuerpo.
Si soy honesta, aquí no cabe el cría cuervos. Pero: de tal palo, dime con quién andas y todas esas.