Que tu Espíritu Santo que es un fuego, Señor, nos alumbre por dentro, nos encienda
Cerca de las 4, en plena garúa, se levantó y se metió en mi cama. Entre sábanas, la casa se prende fuego y él y yo estamos
incinerados. Las pesadillas no cesan. Por mi parte, me calcino en una playa y alguien que opina sobre mi bikini -pero con v corta, muy corta- perturba mi sueño al sol; hombres anónimos pretenden desempolvar los fantasmas de mi pasado reciente y otros, de a dos o de a tres, especulan sobre los latidos de mi corazón.
Ya estaba a punto de perder la
fe cuando recurrí a mi
dios y vi que, entre pocos, me había
elegido.