Palpito papito
La moza
también se parece a Scarlet. Me contesta el piropo diciendo: Soy de Ucrania. Estamos en una mesa de vidrio, él, yo y un señor de chaleco que habla por celular sin parar. Le pregunto cómo le fue
ayer y me dice que desde la última vez que estuvo en Puán, la gente se viste mejor y va en auto. Que cosechó aplausos y ovaciones de una masa de tontos que le festejan cualquier pavada. Que ninguno de los entrevistadores pudo pincharlo. Imita a Panesi y le sale igual.
Le digo que
una amiga me dijo que cenó con él. Me dice que le gustó desde que la conoció en un Banelco.
Le recomienda el blog de
Tomas al hombre que está con nosotros, un economista de más de 50 palos que no deja de mirarme las tetas sin corpiño debajo de la blusa transparente de cuando mi mamá era hippie. Yo no puedo dejar de mirar al chico que me mira desde la mesa de atrás con un libro abierto que no lee. Pienso: tengo que venir más seguido
acá. Le digo que Tomas le gusta por la anécdota que escribió sobre él. Me dice que Tomas le gusta porque es lindo, pero que le gustó más la experiencia de
Tortiluchas, parodia del cuento del
Turco sobre su encuentro apócrifo con Borges. Le digo que le falta leer la de
Funes, pero dice que casi no lee blogs.
Y después de la charla sobre el mundo virtual -que se agota en unos cinco minutos- hablamos del matrimonio, el amor y los hijos. Le pregunto detalles y le aclaro que no lo estoy controlando, sólo quiero saber. (Ahora tenemos algo más en común que un paseo en barco en los 80.) Y mientras otros se ríen cada vez que abre la boca, yo lo miro seria y aprendo de él cómo ser un buen papá.