Por todos los bombones y las flores que me dieron y no me dieron ayer
Esta ira que me desatan las chicas cantando suave, el filo tan afilado de un pensamiento que cargo desde hace años. Mi ira es la privilegiada, se come al corazón y no tiene idea de lo que vendrá después ni le interesa. Las cuerdas hacen tic tic, un reloj con poca cuerda; el corazón hace tic tac y para en todas las esquinas a darse besos furiosos para no parar.
Cerca de una puerta de hierro, forjado, negro, por entre las sombras lo vi, deportivo, tocando una guitarra de huesos. Me senté en el suelo sucio y lo miré, pero cuando me levanté ya se había ido, con sus extremos, con la música a otra parte. Entonces volví al suelo cubierto de polvo y me quedé dormida.
Llegando a la esquina: “Yo pienso que los muertos son tiernos. ¿Nos damos un beso?”*
*Entre comillas: mi versión de un verso de T. Roethke