Nada puede ser peor hasta que escuchás tu nombre y te das vuelta
Si hay algo que detesto son los hombres que se te aproximan por la calle con un
tlachuptodmamit esos días que para vos cada paso en la vereda y en la vida supone un esfuerzo gigante y te tragás las lágrimas y todo, hasta los rayos del sol --o sobre todo los rayos de sol--, te hiere.
Distinto es cuando, bajo idénticas circunstancias, apretando los puños dentro de los bolsillos del buzo con capucha, escuchás tu nombre, te das vuelta y un amigo te abraza y te dice --a pesar de que sabés bien que es una completa mentira-- que estás linda.