Poemas americanos
Me preferías sin estridencias, escribiendo
poemas americanos
que hablaran de certezas comprobables
en el brillo de una taza, al dar vuelta
la llave en la puerta. Que tuvieran a la vez
sensatez y un tono oscuro, como el vaho
del tacho de basura a la hora del desayuno.
Café fresco y tostadas sobre el mantel naranja, en la
perturbadora brisa de unas moléculas pasadas de estado.
Una mujer sabia que sabe calzarse la cartera y avanzar
mientras los párpados se le van hinchando. Y avanzaba
con mi cartera en esa línea, no sólo por sumisión
estética, sino porque de verdad confiaba en tu visión
de mundo. Entonces, en vez de escribir “El día de hoy es
malo, y cada día será más malo hasta que llegue el
peor”, ponía: “Pierdo la cabeza observando
el prodigio de las disposiciones tomadas”.